Santiago: «Crónicas de un damnificado»

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Aunque el calificativo «damnificado» no es el totalmente apropiado para un ser vivo que sufre daños repetida y reiteradamente, ya que el damnificado es aquel que ha padecido graves perjuicios como consecuencia de alguna catástrofe natural o algún accidente, es decir, alguien que ha sufrido importantes daños colectivamente. Y este no es el caso. El caso de Santiago sería el del típico «Pupas», que es aquel que se cae en el pajar y se clava la aguja. Un prodigio de la mala suerte, de la inaceptación por parte de un pequeño sector del colectivo perruno, o tan solo que no cae bien a algunos de sus compañeros de pipi can. ¿Razones?, yo tengo mis teorías, pero no quiero influir en el concepto ni opinión que se pueda tener sobre mi compañero de vida ya que, como es compresible, no soy imparcial en este tema y por los daños, el dolor y malestar que se le infringe, yo participo al cien por cien de todo este padecimiento, que también sufro y por extensión lo hago mío. El caso es que ya son seis las marcas de heridas que luce en su frágil cuerpo, dos ellas infringidas por el mismo can, todas las he vivido con resignación e indignación, pero he aceptado el hecho que son canes y entra dentro de lo normal, aunque sea incomprensible ligeramente por mi, ya que ninguno de mis tres compañeros, a día de hoy han lastimado de esa manera a ningún otro perro de su manada «pipi canera». Todo va en función de muchas variables: carácter, educación y medios para evitarlo. Pero no seré yo quien indique a nadie como solucionar los problemas de inadaptación o agresividad de su can. Cada uno, como responsable de ellos, es el que ha de poner esos medios, técnicas y/o dispositivos a disposición del can para evitar daños a otros congéneres. Daños que, en mi modesta opinión, son evitables. A nivel educación, ya está mas que comprobado y demostrado que se puede conseguir a base de técnicas magistrales aplicadas por profesionales en este asunto, y digo profesionales, pues nosotros podemos poner todo de nuestra parte pero no estamos capacitados para adiestrar aun can debidamente. Nosotros podemos poner medios a través de dispositivos creados para tal fin, como collares de adiestramiento, por llamarlos de una forma «suave», con todas sus opiniones positivas y negativas, eso va en función del carácter y opinión de cada persona. Y el olvidado bozal que fue diseñado hace ya muchos años para prevenir precisamente estos ataques, mordeduras y daños a terceros. Y digo olvidado, porque tendemos a olvidarnos de este dispositivo, ya que, indudablemente, no le gusta al can, le hace sentir incómodo, le molesta y se lo quitamos antes de que pueda acostumbrarse a él, sin pensar o aun siendo conscientes, que el motivo de ponérselo sigue siendo patente y está ahí. A riesgo de que otros sufran lo que no quieres para él. Porque nadie, y parto de esa base, quiere nada malo para su can ni para los de los demás. En el tiempo que llevo con mis pequeños, paseándolos, conviviendo y socializándose con otros, he visto propietarios admirables que anteponen la seguridad de otros canes versus al suyo. Y lo ligan con la correa o se salen del recinto por que saben de primera mano que su perro puede dañar o pelearse con algún otro, por los motivos que sean, intolerancia, carácter, edad, o simplemente que no lo aceptan en la manada. He dicho admirable y lo reitero, porque esa aptitud al igual que evita confrontamientos también le supone un molesto tiempo en el que ha de estar paseando con él separado de la manada. Es decir, lo llevas al pipi can para que pueda correr suelto, interactúe con otros canes y has de tenerlo separado y ligado para que no entre en conflicto. Lo dicho, admirable. Pero luego ves la otra cara de la moneda, la de aquellos que llegan y ven esta actitud y no son capaces de hacer nada por evitar este malestar que provocan, y les da igual ya que, de alguna manera, el problema lo tienes tu con tu perro. No son momentos agradables pero por suerte no se dan muy habitualmente, pero surgen y se llevan lo mejor posible, pues la convivencia entre personas y animales así lo merece.

Y volviendo a mi «pupas» Santiago, su última herida, la sufrió el pasado viernes. Hubo que cortarle la piel desgarrada, limpiarle la herida, desinfectarle la zona, pues de sobra es sabido las infecciones que provoca la saliva de los perros. Taparle la herida con un apósito, ponerle un peto para evitar que lamiera la zona y se quitara el apósito, de lo cual es un maestro. Y, como en las anteriores ocasiones, tuvo una noche molesta, con fiebre y le tuve que dar antibiótico que ya tengo para lo mismo. Otro perro, no lo sé, pero Santiago cuando le pasa esto, se queda muy chafado, supongo que por el dolor o la medicación. Adquiere miedos, desconfianza y se queja de cualquier caricia que le hagas, dolorido física y mentalmente. Inapetente, solo agua y mas agua. No se mueve de su cama nada mas que para cambiarse de lado y me cuesta un mundo hacerlo salir de casa. Creo que es extremadamente sensible o le vienen a su mente los duros recuerdos de su vida anterior de sufrimiento y padecimiento, creo que esta es la razón de su estado tan pésimo. Y no olvidemos el dolor, pues esta dentellada le ha provocado una herida con pérdida de piel y herida profunda de unos dos centímetros de diámetro y casi uno de profundidad en su parte inferior. Le ha de doler mucho, soy consciente pues se la he visto. Le hice fotos, pero me voy a abstener de ponerlas aquí pues puede herir sensibilidades. Ayer sábado no quiso salir, lo saqué al patio y el pobre mío muy a su pesar hizo sus cosas, pero hoy ha comido un poco, creo que le apetecerá ir al pipi can. Es su ilusión, disfruta como nadie corriendo, lo necesita, pero cada vez que para de correr, sufro pues se les echan encima casi todos los otros perros ladrándole, incluso sus hermanos, supongo que es la frustración de no poderle superar corriendo. Santiago es un atleta, como buen galgo y es una necesidad innata que tiene la de correr y saltar. Pero aun así, pasándolo mal con esa mala reacción de los demás perros para con él, cuando llega la hora de salir para el pipi can, se pone nervioso y por ende me pone nervioso a mí pues me pide la hora de salir, subirse al coche y llegar a Can Gambús, para correr, saltar, disfrutar y socializar con su manada de amigos.

Espero que al menos esta vez sea la última en mucho tiempo, pues le cuesta dos semanas de cuidados y unos días traumáticos, en los que sufre él y yo por él. A parte de las marcas que, aunque ya me he especializado en tratar, le quedan y le afean tanto ese cuerpo de atleta precioso que tiene.

¡Vamos Santiagooooooooo…!

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